Antes de hablar sobre el cáncer de la cavidad oral, definamos esta como la formada por las 2/3 partes delanteras de la lengua, las encías, la mucosa yugal (revestimiento interior de las mejillas), el suelo de la boca (debajo la lengua), y el trígono retromolar (área de detrás de las muelas del juicio).
El factor etiológico directamente implicado es el tabaco y alcohol junto con otros factores de riesgo como el déficit de vitamina A e hierro, así como una higiene bucal deficiente, sin existir en realidad una causa-efecto.
La gingivitis o pérdida de piezas dentarias son más frecuentes en pacientes con cáncer de cavidad oral.
La exposición a radiaciones, sobre todo las ultravioleta, se asocia a un aumento del riesgo de cáncer de labio, especialmente en el labio inferior en personas con actividad laboral al aire libre y en individuos de piel clara.
En este tipo de tumores también se ha visto implicación en su desarrollo, la susceptibilidad de padecer infecciones como el herpes simple y virus papiloma humano.
Los tumores con asiento en labio y cavidad oral debutan de forma característica como masas y excrecencias.
Los síntomas más frecuentes son:
En los casos en que se confirma el diagnóstico, un estudio detallado de las células en el laboratorio permite precisar el tipo de cáncer de que se trata para decidir de manera más óptima el tratamiento adecuado para cada paciente.
Posteriormente, se solicita un análisis de sangre completo, con marcadores tumorales y estudios complementarios con prueba de imagen (TC, RM), para evaluar si el cáncer está localizado en su lugar de origen o bien si se ha extendido a otros órganos del organismo.
La zona anatómica cervico-facial es compleja tanto por sus repercusiones funcionales como estéticas derivadas del tumor y del tratamiento, por lo que su manejo terapéutico y valoración tiene que estar coordinado siempre por un equipo multidisciplinar, formado por oncólogos, radioterapeutas, radiólogos, cirujanos, anatomopatólogos que definan de manera individualizada el tratamiento para cada paciente.
La individualización del tratamiento es clave para conseguir la máxima eficacia terapéutica y, al mismo tiempo, preservar al máximo la calidad del paciente. La decisión de tratamiento debe tener en cuenta, por ejemplo, la necesidad de preservar la laringe del paciente siempre que sea posible.
El tratamiento principal de los tumores de cabeza y cuello suele basarse, siempre que el tumor esté localizado, en una cirugía y radioterapia o una combinación de ambas, con el fin de eliminar el tumor o reducir su tamaño.
Todos los tumores de cabeza y cuello se tratan con vaciamiento ganglionar independientemente de si presentan afectación ganglionar regional o no, exceptuando los tumores del labio, glotis, fosas nasales donde la probabilidad de estar afectos es muy baja.
La quimioterapia, que elimina células cancerosas en todo el organismo, se emplea con frecuencia como tratamiento complementario.
Una vez terminado el tratamiento, se sigue la evolución del paciente de manera estricta, especialmente durante los tres primeros años.
Los controles médicos consisten en realizar analíticas de sangre completas trimestrales y pruebas de imagen cada 6 meses.